miércoles, 17 de noviembre de 2010

Alternativas al poder establecido

No soy el primero ni tampoco seré el último. En esta batalla por la búsqueda de la verdad, debo ser sinceramente pesimista al afirmar de antemano que lo siento, pero está perdida. La batalla por la verdad está perdida ante la maraña actual de medios de comunicación.

Actualmente no recibimos información objetiva de los medios. Actualmente recibimos datos procesados, debidamente manipulados y sesgados, para luego ser regurgitados en nuestras pantallas en pos de denominarse información objetiva. Pero no. No se pueden hacer dos análisis de lo mismo. El periodismo en general puede tener diferentes impresiones y opiniones sobre una misma noticia, pero lo que no puede hacer es cambiar de criterio dependiendo de dónde surja la noticia.

Este periodismo de pacotilla asola España, donde los auténticos programas de emisión deportiva han sido sustituidas por tertulias nocturnas donde prima más el ego y el color de la bufanda del periodista invitado (casi siempre mayoritariamente madridista) que la verdadera versión de los hechos. Eso de seguir las normas establecidas y seguir el mismo criterio para todos ha sido sustituido por el "todo vale", el "mentir hasta la saciedad que algo quedará" y el "gritar más alto que los demás te da la razón".

Eso debe cambiar y personas anónimas como nosotros hacemos bien en asaltar el único puente que nos conecta de alguna forma con este mundillo, Internet, para poder así intentar, como mínimo, dar a entender a algún periodista de esta nueva generación de tarántulas informativas que la opinión pública sigue basándose en unos principios y unos valores serios y justos. Sin importar si eres del Real Madrid, del Barcelona, del Málaga o del Logroño.

Como digo, esta batalla está perdida de antemano. La única escapatoria a esta avalancha de desinformación es introducirnos en este mundo interactivo que es la red de redes para intercambiar verdades con los únicos librepensadores de este país. Ni los cantamañanas de los periódicos (la mayoría de ellos por lo menos) ni los que los leen ni los escuchan.

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